



Sala 2
Sociabilidad formal
El asociacionismo de la emigración de castellanos y leoneses
Los seres humanos, al igual que otros mamíferos, desarrollan un espíritu gregario que les lleva a asociarse, a unirse con otros semejantes por distintas razones e impulsos. Cuando alguien se establece fuera de su lugar de nacimiento, en medio de una sociedad en la que por distintos factores se percibe extraño, suele verse acometido por ese estímulo de buscar en los semejantes los vínculos de idioma y costumbres, vecindad y familiaridad, formas de socialización o incluso el sentido del humor que dejó en su tierra natal. Los centros creados por los emigrantes castellanos y leoneses que decidieron salir de su tierra permitían ese encuentro con lo propio, con un terruño y unos paisanos que la distancia hacía imposible, o difícil, al tiempo que solían brindar un hogar acogedor que podía ayudar al caído en desgracia.
En paralelo, este asociacionismo constituye uno de los elementos más relevantes de su actuación colectiva. El resultante de la acción de los castellanos y de los leoneses en distintos países o regiones donde se radicaron siguió pautas muy semejantes a los de otros colectivos regionales, aunque estará determinado por algunos aspectos particulares. El asociacionismo de los emigrantes castellanos y leoneses es temprano, intenso y duradero, tanto en América como dentro de España. Iniciándose en Cuba desde 1878, analizaremos primero las asociaciones de distintas características y objetivos constituidas en América.
El asociacionismo de castellanos y los leoneses en América



El asociacionismo de castellano y leoneses en América se va a singularizar, en primer lugar, por su propio volumen, en muchos ámbitos escaso, lo que determinará que se incorporen a asociaciones globalmente españolas. En segundo lugar, la identidad regional es débil, lo que implica que, salvo excepciones, como es el ejemplo del Centro Castellano de la Habana, constituyan sustancialmente agrupaciones de naturaleza provincial. También se crearán entidades de carácter microterritorial, conformadas por los oriundos de una localidad o comarca, iniciativa muy habitual entre los emigrantes gallegos y asturianos, especialmente los que se establecieron en la Perla de las Antillas.
El asociacionismo de castellanos y leoneses en América se circunscribió hasta las últimas décadas del siglo XX a naciones concretas como Cuba y Argentina, y en menor medida México. Estos son los países que reciben los contingentes más significativos de emigrantes de esta procedencia en la etapa de mayor aporte migratorio, la conocida como “emigración en masa”, entre los años 1880 y 1930. En otros estados, como Brasil, Uruguay y Venezuela, que también reciben a numerosos castellanos y leoneses, se integrarán en sociedades españolas, como sucederá después en la emigración a Europa.
Muchas de estas asociaciones se han constituido en la memoria institucional de la emigración y la parte más visible de ella. Son un cordón umbilical entre las sociedades receptoras y las emisoras, entre Argentina, Cuba, México… y Castilla, León o una localidad salmantina extraviada en la difícil orografía de Los Arribes, como Villarino de los Aires, cuyos hijos en La Habana crearon un Club que llegó a centenario en 2019. Buena parte de la recuperación y de la visibilidad de estos emigrantes, y de la propia memoria de la emigración, ha sido posible a partir de la persistencia de estas entidades.
La beneficencia y el socorro mutuo
Incorporarse a la vida en las sociedades de los países de acogida presentó notables dificultades de adaptación. Durante este duro proceso hubo una serie de intermediarios que facilitaron la inserción. Entre los principales se encontraba la familia, los vecinos y otros coterráneos, los compañeros de trabajo… Y un papel fundamental fue el jugado por las sociedades constituidas por los emigrantes anteriores. Por ello, el primer modelo asociativo elegido serán las sociedades de beneficencia, fundamentalmente en Cuba y México, y las de socorro mutuo, más habituales en Argentina. Estas agrupaciones les proporcionaban apoyo en los primeros momentos, y también posteriormente si caían enfermos o incluso en periodos prolongados de desempleo; en algunos casos además se les proveía de ciertos servicios sanitarios, e incluso fúnebres.
Al llegar a estos países de América, muchos castellanos y leoneses se acogieron a las sociedades globalmente españolas como las de Socorros Mutuos de Miramar y la de Santa Rosa de la Pampa, en Argentina, o la Beneficencia Española de México, llegando incluso a formar parte de los cuadros directivos de algunas de ellas. También será este modelo asociativo el elegido por los emigrantes castellanos y leoneses para crear las primeras asociaciones de carácter regional. Así, en Cuba se proyecta en 1878 la Sociedad de Beneficencia de Ambas Castillas, León y Extremadura; y en 1885 nacerá la Sociedad Castellana de Beneficencia, de la que se va a escindir, en 1893, la Sociedad Benéfica Burgalesa. En México, un grupo de emigrantes sorianos procedentes de la Tierra de Pinares, y singularmente de la localidad de Vinuesa, crearán en 1895 la Sociedad de Socorros Mutuos La Visontina, con sede en Veracruz.
La mayoría de las sociedades regionales, provinciales y microterritoriales fundadas con posterioridad conservarán este carácter mutual y asistencial, que se sumará a sus fines recreativos, culturales, sociales, sanitarios y educativos. De hecho, algunas incorporan este adjetivo solidario a sus denominaciones durante algún periodo, como el Centro Salmantino, Mutual, Recreativo, Cultural y Social, o la Unión Mutua de Vilvestre (Salamanca), el Centro Región Leonesa de Ayuda Mutua, o la Sociedad Sanabresa de Ayuda Mutua y Recreativa (Zamora), todos ellos en Argentina.



Las asociaciones de carácter regional en América

Durante el periodo de emigración en masa, un fenómeno característico de la emigración a América fue la constitución de centros regionales. Esto se dio entre los gallegos y, más fácilmente, entre los asturianos, aunque en estos casos fue mucho más común otro tipo de sociedades como las microterritoriales. En muchos casos, las asociaciones de carácter regional nacen para cubrir aquellos campos de actuación que las sociedades de beneficencia no alcanzaban, diferenciándose también de otras más elitistas como los “casinos” o “centros españoles”. Actúan como ente coordinador de otras sociedades de agrupación regional, aunque también promueven en su seno la creación de estas, particularmente las sociedades provinciales.

En el caso castellano y leonés, salvo en Cuba donde florece el Centro Castellano de La Habana, estas iniciativas fracasarán por distintos motivos. También lo hará aquella sociedad a la llegada de la Revolución cubana, aunque llegará a ser la más importante de las creadas por castellanos y leoneses en América en actividad y número de socios.


A finales del pasado siglo surgirán nuevas iniciativas, esta vez apoyadas desde Castilla y León, creándose federaciones o centros de carácter regional. Las primeras actuarán en países que, como Cuba y Argentina, conservaban un buen número de sociedades históricas. Los segundos se desarrollarán en países donde no habían existido sociedades castellanas y leonesas o estas habían sido efímeras, como Brasil, Uruguay, Chile, Colombia o Guatemala. Recientemente, en Miami, ha surgido una sociedad similar, la Asociación de Castilla y León en USA.
El Centro Castellano de La Habana
El Centro Castellano de La Habana se funda el 2 de mayo de 1909 con el propósito de reunir a los castellanos residentes en Cuba procedentes de lo que en sus actas denominan “las 16 provincias castellanas”, esto es, demarcaciones integrantes de las antiguas regiones de León, Castilla la Vieja y Castilla la Nueva. Sus fines fundacionales pretendían fomentar la unión entre los castellanos, sus descendientes y el pueblo de Cuba, así como conseguir el mayor realce del nombre de Castilla. En 1924 comenzaron las gestiones para lograr la fusión con la Unión Castellana, que se había fundado en la Isla con posterioridad, llegándose a un acuerdo tres años más tarde.
Tuvo su sede en el Palacio Villalba situado en la calle Egido de la capital habanera, si bien la entidad no llegó a ser propietaria de dicho inmueble. Aunque la actividad de la sociedad se centrará fundamentalmente en La Habana, se llegarán a establecer delegaciones por toda la geografía cubana, con el fin de aglutinar al mayor número posible de castellanos residentes en la isla.
El Centro brindaba a sus asociados una amplia variedad de servicios: de socorro y ayuda mutua, de educación e instrucción (desarrolladas principalmente por el Plantel Cervantes), de atención sanitaria (en la Quinta de Salud Santa Teresa de Jesús, patrona de la entidad), y actividades recreativas y culturales. Estas últimas contribuían a fomentar los lazos entre los miembros y reforzar los vínculos con los lugares de origen, destacando los festivales como “Un día en Castilla”, en los que se exaltaba la cultura y las costumbres castellanas.
Ya desde mediados de la segunda década del siglo XX, en el seno de la sociedad se crearon una serie de “clubs” provinciales, que posteriormente darían origen a diferentes “colonias”, la cuales agrupaban a los emigrantes procedentes de las diferentes provincias castellanas y leonesas.
El Centro llegó a alcanzar un número de asociados cercano a los 10.000. En 1961 será intervenido por el gobierno revolucionario, al igual que otras entidades con características similares. Diez años más tarde se funda la Agrupación de Sociedades Castellanas de Cuba, que hereda su espíritu y su compromiso con los castellanos y leoneses residentes en la Gran Antilla.


Centro Castellano de La Habana: el Plantel Cervantes






Emulando iniciativas similares de gallegos y asturianos, el Centro Castellano crea el Plantel Cervantes en 1923 como herramienta destinada a la educación e instrucción de sus socios. Con docencia diurna y nocturna, estaba abierto fundamentalmente a los afiliados y a su descendencia. En dicho plantel destacan los estudios de comercio, demandados por castellanos y leoneses por su utilidad para la vida laboral de muchos de ellos, y se presta especial atención a las clases nocturnas, pensadas para que los alumnos pudieran compaginar la formación y el trabajo. Contaba con una excelente biblioteca y una nómina de profesores de alta preparación y eficiencia.
Para reforzar su labor se crea dos años más tarde, en 1925, la Sociedad Estudiantil Cervantes, integrada por profesores y alumnos, que se constituye al mismo tiempo como organismo cultural y de recreo abierto a familiares y amigos de socios, llegando a organizar certámenes culturales, excursiones y encuentros juveniles. El Plantel Cervantes cesará sus actividades formativas a finales de 1949.
Centro Castellano de La Habana: la quinta de Salud «Santa Teresa de Jesús»
El Centro Castellano de La Habana aspiró desde su fundación a contar con una casa de salud propia para prestar los oportunos servicios de sanidad a sus afiliados. Tras pasar por distintas instalaciones como la Quinta Durañona, en Marianao, o por el Sanatorio La Balear, en 1921 logra abrir el tan ansiado sanatorio, al que dieron el nombre de la quinta de Salud Santa Teresa de Jesús. Conocida también como Quinta Castellana, se situaba en los terrenos de Arroyo Apolo de La Habana.
La quinta era un complejo sanitario ejemplar, con algunos de los medios más avanzados del momento. Contaba, a principios de los años cincuenta del pasado siglo, con 7 pabellones: administración, medicina general para asociadas, medicina general para socios, vías respiratorias, cirugía, enfermedades infecciosas, y un pabellón comedor. A todo ello habría que añadir dependencias auxiliares de laboratorio, farmacia, almacenes, cocina y lavandería. En 1961, cuando el Centro Castellano fue intervenido por el gobierno castrista, estaba en construcción la unidad clínico-quirúrgica. La Quinta Castellana tuvo en nómina a un reconocido plantel de personal facultativo y de servicios integrado por 22 médicos, 9 enfermeras, 5 enfermeros, 2 farmacéuticos, 2 prácticos de farmacia y 33 miembros de personal subalterno. Hoy sigue existiendo como centro sanitario y popularmente se le sigue denominando “Quinta Castellana”.
Además, el Centro Castellano prestaba atención médica en el consultorio ubicado en su sede social del Palacio de Villalba, en la calle Egido de La Habana.



Los centros regionales en Argentina y México

La escasa entidad del regionalismo castellano o leonés y la fortaleza de la identidad provincial en los territorios que actualmente conforman Castilla y León motivaron que el ideario regionalista, e incluso meramente regional, tuviera una escasa presencia en la colectividad de los nacidos de estas tierras, y así se reflejó en las sociedades que constituyeron en América.


En Argentina se funda en 1916 el Centro Región Leonesa de Ayuda Mutua de Buenos Aires, teóricamente abierto a los emigrantes procedentes de las provincias del antiguo Reino de León: León, Zamora y Salamanca, e incluso según algunos postulados también Palencia y Valladolid. En realidad, serán muy mayoritariamente oriundos de la primera de las cinco demarcaciones nombradas los que conformen la masa social. En 1920 se constituye el Centro Castilla de Rosario (provincia de Santa Fe); en 1921 el Centro Castellano de Santa Fe (en la actualidad denominado Comunidad Castellana de Santa Fe); y en 1950, en el seno del Región Leonesa de Buenos Aires se fundará el homónimo de Mar del Plata, actualmente Centro Castilla y León de Mar del Plata. Fuera de estos casos, el único centro estrictamente regional fue la Casa de Castilla, fundada en 1937 por agregación de dos sociedades de riojanos y sorianos afines a la República Española. Hasta su disolución en 1981, la Casa de Castilla actuó en los círculos republicanos de Buenos Aires, sin mantener, aparentemente, relación con las otras sociedades castellanas y leonesas.


En México nace en 1908 el Centro Castellano, refundación de una sociedad local denominada Unión Laredana. A mediados de 1911 esta entidad volverá a plantear un cambio en su denominación, pasando en esta ocasión de lo regional a lo nacional: de Castellano a Español. Ya en la década de los veinte, posiblemente en 1925, surge la Agrupación Castellana de México, aunque tuvo una existencia muy breve, entre otros motivos por la reducción drástica de la corriente migratoria derivada de la crisis internacional de 1929. En 1941 se funda la Agrupación Leonesa de México, que hoy es el núcleo de la Casa de Castilla y León. Esta Agrupación, aunque reservaba los cargos directivos a los nacidos en la provincia de León, estaba abierta a los emigrantes procedentes de las provincias del antiguo Reino de León, Salamanca, Zamora y León, y, excepcionalmente, Palencia y Valladolid.

Las asociaciones microterritoriales en América




Las redes de parentesco y de vecindad determinaron que los emigrantes procedentes de una determinada localidad o comarca se sumaran masivamente a los grandes contingentes migratorios y acabaran concentrándose en un mismo destino. Es lo que se conocen como cadenas migratorias, y los primeros eslabones, una vez establecidos, se llevaban a parientes, vecinos, amigos… brindándoles oportunidades laborales. Esta situación provocó, en muchas ocasiones, la creación de asociaciones que unían a los naturales de una localidad o comarca concreta. Estas sociedades surgen tanto en Cuba como en Argentina, y en menor medida en México. La misión fundamental de estas asociaciones consistiría en la ayuda mutua y el apoyo entre personas con un origen local y/o comarcal común. A ello se sumaría además la actividad recreativa, cultural y la educativa. Al tratarse precisamente de un ámbito menor al regional o provincial, surge un apego más concreto, más adherido al terruño. De ahí el trabajo desarrollado por estas asociaciones orientado a mejorar las condiciones de vida de las localidades donde los emigrantes vieron las primeras luces, practicando acciones encaminadas a paliar las necesidades de los pueblos y fomentar su desarrollo.
Argentina fue el país donde más abundaron las asociaciones microterritoriales creadas por castellanos y por leoneses. Los emigrantes de la provincia de Zamora apostaron por esta fórmula: en 1909 ya existía una sociedad denominada La Unión Fermosellana creada por emigrantes de esta localidad. En 1923 nace la sociedad Sanabresa de Ayuda Mutua y Recreativa, que años más tarde se renombraría como Centro Zamorano Regional Sanabrés. En 1953 se funda en Buenos Aires el Centro Fermosellano, que se une con el Sanabrés en 1956 para crear el Centro Zamorano, aunque algunos de sus antiguos socios mantendrán durante unos años una asociación propia denominada Unión Hijos de la Villa de Fermoselle. También se conoce la existencia de una Junta de Fermosellanos que mantuvo actividad en los años de la Guerra Civil Española. Para esta época hay noticia de la existencia de una Sociedad de Beneficencia del Partido de Alcañices.
En lo que atañe a los salmantinos, en 1923 se fundó la Unión Mutua de Vilvestre, formada por los naturales de este pueblo de Los Arribes, y se han rescatado noticias de una Colonia Bejarana, también en Buenos Aires. En paralelo, en 1926 se crea la Sociedad Recreativa y Mutual de los Residentes del Barco de Ávila, que se unirá al Centro Social Ávila para crear el provincial. Oriundos de la comarca leonesa de la Somoza (Maragatería) fundaron varias asociaciones denominadas de “Amigos del Pueblo”, de las que al menos hay constancia de la de Santiago Millas. A las anteriores habría que sumar una asociación de otra localidad vecina, la Sociedad Recreativa Hijos de Val de San Lorenzo, que en los años cincuenta del pasado siglo añadiría la denominación comarcal; fundada en 1924, sigue vigente en la actualidad. Emigrantes procedentes del Bierzo crearon el Centro Berciano hacia el año 1915, y el Club El Tigre de Buenos Aires, en este caso los oriundos de Faro, un anejo de Peranzanes, de la comarca también leonesa de Fornela.
Pero sin duda serán los sorianos los que establezcan más sociedades microterritoriales en Argentina. Seguirán un modelo que también practicaban los emigrantes riojanos, el de las sociedades filantrópicas, y que tenía como fin principal mejorar las condiciones de vida de sus lugares de origen. De estas se conocen la Sociedad Protectora de Salduero (1900), que desaparecerá años más tarde, recuperando su espíritu la Sociedad Filantrópica Hijos de Salduero (1922). También existieron la Sociedad Filantrópica Hijos de El Royo y Derroñadas (1900), Hijos de Oteruelos (1904), Hijos de Molinos de Duero (1905), Hijos de Cidones (1906), Hijos del Barrio de las Casas (1920), Hijos de San Pedro Manrique (1920), Hijos de Rollamienta (1921), Hijos de La Muedra, Hijos de Covaleda, Hijos de Vinuesa, Hijos de Sotillo del Rincón y la Sociedad de Fomento de Valdeavellano de Tera.
Más al norte, en Cuba, se crea en 1919 Club Villarino de La Habana, con emigrantes del pueblo salmantino de Villarino de los Aires. De la montaña central leonesa procedían los que formaron la Sociedad Hijos de Cofiñal, que ya existía en 1928, y en esta misma década nace también en la capital cubana la Sociedad Hijos de Buiza con oriundos del pueblo homónimo. Fuera de La Habana, y con emigrantes procedentes de la villa zamorana de Fermoselle, se fundó la Colonia Fermosellana de Santiago de Cuba, en el oriente isleño, de la que existen algunas noticias.
En México, además de la primera experiencia de la Asociación de Socorros Mutuos La Visontina, puesta en marcha por los sorianos residentes en Veracruz, se sabe de la existencia en la década de 1920 de dos entidades microterritoriales leonesas: la Sociedad Casino, formada por oriundos de Cármenes, y el Club La Bombilla, creada por naturales de Rodiezmo, ambas localidades en la montaña leonesa.
Las asociaciones provinciales en América
La identificación provincial en Castilla y León tiene un papel fundamental, decisivo, por lo que jugará como factor básico de conformación de la sociabilidad entre los emigrantes de la actual autonomía en América. En algunas ocasiones el germen se encontró en un sustrato previo de asociaciones de ámbito comarcal o local, que acabaron fusionándose en entidades provinciales. Estas asociaciones tendrán un carácter asistencial pero fundamentalmente cultural y recreativo.
En Cuba, el Centro Castellano de La Habana fomentó, a partir de 1914, la vinculación con las Diputaciones de cuyo ámbito territorial procedían sus socios, formándose pequeños grupos provinciales denominados “clubes”. Estos clubes serán el germen de asociaciones más estables en el tiempo que se fueron bautizando como “colonias”, término al que seguía el correspondiente gentilicio. En 1914 nacen el Club Leonés y el Club de la Colonia Leonesa; una división que se mantendrá durante un año y que, tras la desaparición del primero, se refundirán en la Colonia Leonesa de Cuba. 1915 vivirá una auténtica eclosión, y se instituyen la Unión Vallisoletana, el Club Palentino (después Colonia Palentina), el Recreo Burgalés, el Club Riojano, el Club Madrileño, el Club Segoviano y la Unión Salmantina. En 1916 surge el Club Zamorano, precedente de la Colonia Zamorana. En 1922, antiguos asociados de la Unión Salmantina, desaparecida en 1920, fundan la Colonia Salmantina; y en 1925 se crea el Club Salmantino que terminará integrándose en la anterior.
En México la corriente migratoria permitió la creación de distintas sociedades provinciales, como la Agrupación Burgalesa creada en 1920. En cuanto a la Agrupación Leonesa de México, única vigente actualmente en México, fue fundada a finales de los años cuarenta a partir de iniciativas religiosas previas como la Archicofradía de la Virgen del Camino (1939) y la Junta Pro-Romería de la Virgen del Camino (1941). Al calor de esta, surgió en 1988 la Agrupación Leonesa de Puebla. También hay noticias de una Casa Soriana que funcionaba en el país azteca en 1930.
En Argentina la primera sociedad provincial que se funda es el Centro Numancia (hoy en día Centro Soriano Numancia), y lo hace en 1910 con un fuerte carácter cultural y muy vinculado al Centro Riojano. Posteriormente, en 1916, nacerá el Centro Soriano de Luján y el Centro Región Leonesa en Buenos Aires. Este último tiene una base asociativa esencialmente provincial, y se crea tras la efímera existencia de un Centro Leonés anterior.
En 1917 se funda el Centro Burgalés de Buenos Aires, y en 1922 el Centro Salmantino, Mutual, Recreativo, Cultural y Social, con objetivos claramente asistenciales y de ayuda mutua. Vinculados al Centro Salmantino se llegaron a constituir otros similares en las provincias norteñas de Tucumán, Salta y Chaco. Divergencias internas determinaron que en 1928 un grupo de socios constituyera el Círculo Salamanca, Social, Cultural y Deportivo. En 1937 se disolvió el Centro Salmantino y se aprobó la fusión de ambas sociedades charras, surgiendo así el Centro Salamanca, que en 1957 incorporará también a la Unión Mutua de Vilvestre, entidad local del noroeste de la provincia.
En 1926 se funda la Sociedad Recreativa y Mutual de los Residentes del Barco de Ávila, y en 1929 otro grupo de abulenses crea el Centro Social Ávila. Ambos se fusionan en 1932 dando lugar al Centro Ávila.
Tras la existencia de una primera agrupación formada por zamoranos llamada Centro Viriato, que ya funcionaba en 1923, en 1956, tras acuerdo de las asambleas generales de los centros Zamorano Fermosellano y Zamorano Sanabrés verá la luz el Centro Zamorano de Buenos Aires.
En el año 2009, y tras haber participado en la Operación Añoranza organizada por la Diputación de Palencia, un grupo de emigrantes pone en marcha la Casa de Palencia, siendo la asociación más joven de las castellanas y leonesas en Argentina.




Centros de emigración e identificación
Las asociaciones constituyeron un apoyo fundamental a los emigrantes, facilitando su integración en los países de acogida, que suponían un medio social y cultural extraño, muy diferente al de sus lugares de origen. Su primera preocupación fue el apoyo a los coterráneos que desembarcaban, acogiéndoles, asesorándoles en los trámites de la llegada y en la búsqueda de alojamiento y hasta a veces moviendo contactos para lograrles un empleo con el que comenzar la nueva vida.
Pero estos centros también se erigieron como plataformas de afirmación de la identificación con lo local, comarcal y provincial (y a menor escala regional) de sus afiliados. Las asociaciones recreaban los elementos del acervo identitario cultural de sus tierras de origen: sus costumbres, sus fiestas populares y religiosas, sus juegos tradicionales y su gastronomía, su música y folklore vernáculos… a través de numerosas actividades recreativas que se desarrollaban a lo largo del año. Estas veladas constituían un contexto perfecto para estimular las relaciones personales o laborales entre los naturales de un mismo territorio, un espacio donde reencontrarse con la afectividad que en ocasiones había quedado tan lejos, y un bálsamo contra la nostalgia y el desarraigo. Asimismo, en muchas de las revistas y boletines que publicaron los más pujantes, como el Centro Castellano de La Habana, el Región Leonesa, el Soriano, el Burgalés y el Zamorano de Buenos Aires, o los salmantinos de esta misma ciudad, tenían cabida artículos que abordaban distintos aspectos de sus zonas de origen. Así, en ocasiones se publicaban fotografías inéditas y que hoy día resultan auténticos tesoros, o se redactaban, y/o reproducían, textos de temática histórica, cultural, etnográfica o económica de gran interés. A la par, estas publicaciones se han constituido en una de las mejores fuentes, a veces casi la única que nos han legado los avatares de la historia, con las que reconstruir el pasado de estas entidades.
A través de la participación en las asociaciones, los emigrantes conseguían visibilidad e integración en las sociedades de los países de destino, y también a través de ellas establecían relaciones con sus tierras de origen.



Situación del asociacionismo castellano y leonés en Cuba

Tras la traumática desaparición en 1961 del Centro Castellano de La Habana, en 1971 se funda la Agrupación de Sociedades Castellanas de Cuba, renombrada posteriormente como Agrupación de Sociedades Castellanas y Leonesas de Cuba, que recoge el testigo de la legendaria entidad conformada en 1909. Sostiene el objetivo de “mantener el espíritu castellano” en la Isla así como “honrar a Cuba, a Castilla y a España”. Se constituye como una sociedad benéfica, cultural y recreativa que busca coordinar y unir en una institución federativa a todas las sociedades fundadas por castellanos y leoneses de la perla antillana, que mantienen su total autonomía de gestión. La Agrupación de Sociedades


En 2023 pertenecen a la Agrupación todas las sociedades vigentes: la Sociedad Castellana de Beneficencia, la Sociedad Benéfica Burgalesa, el Club Villarino y las colonias provinciales Leonesa, Palentina, Salmantina y Zamorana.


La evolución de la masa societaria, muy envejecida, de la que apenas un 5% es nacida en España, determina un cambio en los planteamientos asociativos y en la planificación de eventos de estas agrupaciones. Entre sus actividades priman las recreativas: la festividad del patrón de la provincia, aniversarios, Días de la Hispanidad, de la Comunidad Autónoma, del Emigrante, etc.; y las culturales: veladas de baile y música tradicionales, espectáculos de teatro, charlas, jornadas gastronómicas, excursiones, etc. No obstante, el envejecimiento ya mencionado de la masa social y las dificultades por las que atraviesa el país caribeño han relanzado su acción asistencial, atendiendo a mayores, niños, enfermos, y otras personas vulnerables. Se han abierto comedores sociales, sufragado enterramientos en los panteones sociales, gestionado las ayudas españolas, coordinado los programas Añoranza y Raíces de las Diputaciones, asesorado a los asociados, etc.

Situación del asociacionismo castellano y leonés en Argentina
La nueva configuración política de España y la creación en 1983 de la autonomía de Castilla y León provocó cambios en las asociaciones de emigrantes en Argentina, las cuales fueron abriéndose a un nuevo e importante interlocutor político, el ente autonómico.
El Centro Región Leonesa de Buenos Aires reconoció la nueva vinculación autonómica y su homólogo de Mar del Plata modificó en 1993 su denominación para ser Centro de Castilla y León. En el caso de los centros Castilla de Rosario y del Castellano de Santa Fe (hoy Comunidad Castellana de Santa Fe), en principio se establecieron relaciones con las autonomías derivadas de las dos Castillas y de León, pero terminaron vinculándose casi en exclusiva con la castellano-leonesa. De hecho, este era el origen mayoritario de sus asociados, aunque la Comunidad Castellana de Santa Fe sí realiza algunas actividades relacionadas con Castila-La Mancha. Las sociedades estrictamente provinciales, como la zamorana, salmantina, burgalesa, soriana… asumieron el nuevo statu quo con naturalidad, lo mismo que las microterritoriales. Incluso en el año 2009 nació una nueva agrupación de ámbito provincial, la Casa de Palencia.
La promulgación en 1986 de la ley sobre agrupaciones castellano-leonesas asentadas fuera del territorio de la Autonomía tuvo una gran influencia en Argentina, fomentando la creación de nuevas sociedades regionales como las de Bolívar, Casbas, Coronel Dorrego, Tres Lomas y Bahía Blanca (localidades ubicadas en la provincia de Buenos Aires). Todas mantienen una relación directa con las instituciones de la Comunidad Autónoma. En este sentido hay que entender que en 1990 se fundara la Federación de Sociedades Castellanas y Leonesas de la República Argentina para coordinar las actividades de estas entidades. Pertenecen a la Federación todas las sociedades actualmente vigentes: Centro Burgalés, Centro Maragato Val de San Lorenzo, Centro Región Leonesa, Centro Salamanca, Centro Soriano Numancia, Centro Zamorano, Centro Castellano y Leonés de Bahía Blanca, Centro de Castilla y León en Bolívar, Centro Castilla de Rosario, Centro Castellanoleonés de La Plata, Centro Castilla y León de Mar del Plata, Comunidad Castellana de Santa Fe, Centro Regional Castellano y Leonés de Tres Lomas, Centro de Castilla y León de Coronel Dorrego, Centro Castellano y Leonés de Casbas y Casa de Palencia.
Como en otros países americanos donde la fuerte corriente emigratoria cesó ya hace décadas, la base social de las asociaciones, donde ya son escasos los emigrantes directos, se muestra envejecida, lo que determina el desarrollo de una acción asistencial que se suma a las actividades recreativas, culturales y formativas. Por otro lado, el estudio de las posibles potencialidades económicas de la población vinculada ha motivado que el gobierno autonómico fomentara, en 2007, la creación de la Asociación Castellana y Leonesa de Empresarios en Argentina, que reúne a empresas de este origen y radicadas en el país americano, y a las castellanas y leonesas que operan en el país austral.


Situación del asociacionismo castellano y leonés en México, Chile, Uruguay y Guatemala





La nueva configuración política de España y el nacimiento de la autonomía de Castilla y León derivó en cambios en las asociaciones de emigrantes de los países americanos, entre ellos, México, donde llevaba consolidada desde mediados del siglo XX la Agrupación Leonesa de México, que hoy ha asumido la nueva vinculación con la comunidad autónoma. Prueba de ello es la construcción de la Casa de Castilla y León en México, nueva sede de la Agrupación y del colectivo de castellanos y leoneses en ese país. Además, este asociacionismo de base leonesa está plenamente consolidado con la Agrupación Leonesa de Puebla, creada en 1998. Justo una década más tarde se conformará la Asociación de Empresarios Castellanos y Leoneses de México con destacada presencia de los empresarios de origen leonés.
En el resto de países americanos se ha asistido en los últimos años al nacimiento de un asociacionismo netamente castellano y leonés, ya que en ellos los emigrantes de la autonomía no contaban con asociaciones propias, estando integrados en las globalmente españolas. Así ha sucedido en Guatemala, donde en 1991 se crea la Asociación Castellano-Leonesa. Chile cuenta desde 1994 con su Colectividad Castellano-Leonesa. Un año más tarde, en 1995, se crea en Montevideo la Unión Castellano-Leonesa de Uruguay, que publicaba una revista con el nombre de la autonomía. Y más recientemente, en el siglo XXI, en 2008 se instituye la Fundación Casa de Castilla y León en la ciudad colombiana de Barranquilla, en 2009 la Casa de Castilla y León do Brasil, en la ciudad de São Paulo, de limitado funcionamiento. La última en crearse, en junio de 2023, ha sido la Asociación de Castilla y León en USA, con sede en Miami.
El contexto actual es muy diferente al que dio lugar a la creación de las primeras asociaciones, pero la necesidad de los emigrantes de estrechar vínculos con sus paisanos, y de canalizar la relación con la sociedad de origen, sigue siendo una constante para muchos de ellos y sus descendientes.
No todo era América: el asociacionismo castellano y leonés en España
En el último siglo y medio la balanza de las migraciones ha tenido un saldo negativo para la mayor parte de las tierras castellanas y leonesas. La excepción son algunas concentraciones urbanas que suelen coincidir con las capitales provinciales. Ya desde el siglo XIX muchos de estos hombres y mujeres buscaron hacer las Américas en tierras más próximas a sus lugares de origen, en regiones y ciudades con nuevas oportunidades de mejora con las que, por otro lado, se mantenía una cierta vecindad. Así les sucedía a los burgaleses y palentinos con la industriosa margen izquierda del Nervión, en Vizcaya; o a los sorianos, que miraron hacia la cercana Zaragoza o hacia Barcelona. Los segovianos y abulenses se volcaron hacia la capital de España buscando una prosperidad que no hallaban en sus tierras. Y pronto surgirán entre ellos asociaciones que unían a estas gentes por su origen común.
El ejemplo conocido más antiguo es una entidad microterritorial que vería la luz en la temprana fecha de 1885 en Madrid: la Colonia Huertaña, fundada por una docena de naturales de Huerta del Rey, Burgos. También en Madrid, los sorianos se agruparán en 1903, y en 1924 compartirían sede con el Centro Abulense. En 1904 nacería en Madrid la Casa de Palencia, y hacia 1912 surgiría la Colonia de Murias de Paredes con naturales de la Montaña occidental leonesa. En 1918 y 1919 surgen otras sociedades leonesas en Madrid, el Centro Leonés y la Colonia del Distrito de Riaño. En 1925 se crea un nuevo Centro Regional Leonés. Leoneses y zamoranos fundarán en 1929 el Centro Zamorano-Leonés, de muy corta duración y que se bifurcaría en la actual Casa de Zamora y en un Hogar Leonés el cual no superó la conflictiva década de 1930. Precisamente esta Casa zamorana se unirá al Centro Abulense, la Colonia Bejarana y el Hogar Soriano para formar hacia 1931 una federación a la que denominan Casa de Castilla. También anterior a la Guerra es la salmantina Casa Charra de Madrid.
El País Vasco, y especialmente la fabril margen izquierda de la Ría de Bilbao, fue un polo de fuerte atracción para los castellanos y leoneses. El Centro Numancia de la capital vizcaína, que continúa su andadura bajo una denominación castellano-leonesa, fue fundado por sorianos en 1929. Tres años antes ya existía una “Casa Palentina”, y recién estrenado el siglo XX, en 1903, los oriundos de Burgos habían fundado allí la Colonia Burgalesa. Unos años más tarde, en 1916, emigrantes de este origen provincial instaurarían su propio centro en San Sebastián. Regresando a la margen izquierda, en 1907 ya funcionaba una Sociedad de Socorros Mutuos de la Colonia Leonesa de Baracaldo y sus contornos, compuesta básicamente por asalariados en los Altos Hornos. Todo indica que esta sociedad se fusionó en 1930 en el naciente Hogar Leonés de Bilbao.
Cataluña, y Barcelona en particular, constituyó otro imán importante para los oriundos de la actual Castilla y León. Y será en la Ciudad Condal, a mediados de los veinte, donde surja un intento de aglutinar a castellanos y leoneses bajo la denominación de Casa de León y Castilla. Con sede en la céntrica Rambla de los Capuchinos, en abril de 1926 agrupaba a unos 1.500 socios cuyo origen se hallaba en los antiguos reinos de León y las dos Castillas.
Con la llegada de la Guerra Civil despareció buena parte de este tejido asociativo. Allí donde se concentraba gran parte del mismo, en Madrid, algunas de estas sociedades fueron intervenidas por los asociados afines a la República, organizándose en algunos casos, como ocurrió en la Casa de Soria, unidades militares como el “Batallón Numancia” formado por voluntarios sorianos, riojanos y navarros.



Y en los 50 se reactivó con fuerza la emigración interior





Tras la Guerra Civil y el primer decenio de la dictadura se reabre un flujo generoso de castellanos y leoneses hacia las provincias vascas con Vizcaya a la cabeza, además de Madrid y Barcelona. No obstante, poco a poco los destinos se diversificarán, consolidándose anteriores tendencias, como Galicia para zamoranos y leoneses, y Asturias para estos últimos, Zaragoza para los sorianos, Cantabria para los palentinos, e incluso zonas como Levante, Andalucía o Extremadura. Y de esta segunda gran ola migratoria se nutrirán algunos de los centros que sobrevivieron al colapso bélico, y surgirá una eclosión de nuevas entidades principalmente entre los años 50 y 70.
Los sorianos establecerán un activo centro en la capital maña en 1956, y, a finales del decenio, serán los palentinos los que creen su hogar en Santander, aunque se sabe de la existencia de una casa anterior en dicha ciudad similar al Hogar Leonés que se había fundado allí en 1931. A mediados de los años cuarenta también se conoce la existencia de una Casa Vallisoletana en esta ciudad norteña.
En 1947, en Galicia surge un Centro Regional de Castilla y León en La Coruña, y en ese mismo año se crea un Hogar Castellano Leonés con sede en la calle Real que durará hasta finales de los cincuenta. Con anterioridad hay constancia de una Colonia Astorgano Maragata en la ciudad coruñesa desde mediados de la segunda década del XX, y en 1910 hay noticias de la fundación de un Centro Castellano en esta misma ciudad. Sobre experiencias anteriores, en Vigo se creará una Casa de Zamora en esta época.
En Madrid, junto a los centros supervivientes, se fundarán, entre otras entidades, la Casa de Valladolid (1944, disuelta poco después), la Mesa de Burgos (1950), la Casa de León (1951), el Hogar de Ávila (1962), una segunda Casa de Valladolid a mediados de los sesenta, la Casa de Soria en 1976…
En tierras vascas, a finales de los años cincuenta, cuando las industrias siderúrgica y naval llevaban años demandando nueva mano de obra, se crean en Baracaldo la Casa Palentina, el Círculo Vallisoletano y el Centro Zamorano. En 1964 surgirá en la capital alavesa la Casa de Palencia, y al año siguiente será la vizcaína Santurce quien vea la apertura de un Centro Zamorano. En 1965 naturales de Salamanca formarán el Centro Salmantino en Baracaldo. Y ya en 1978 nacerá el Centro Castellano Leonés San Fernando de Llodio (Álava).
En Cataluña aparecerá con fuerza el asociacionismo castellano y leonés en esta época. En 1959, se comienza a gestar lo que sería el futuro Hogar Centro Castellano y Leonés de Catalunya en Barcelona. En 1968 serán los sorianos, provincia con luenga tradición de emigrantes a Cataluña, los que instituyan su Casa en la Ciudad Condal. Y diez años después se fundará el Centro Castellano Leonés de Tarragona.
En 1971 nacería a orillas del Guadalquivir, en Sevilla, la Casa de Soria, y a inicios de los 80, en esta ocasión con base salmantina, la Casa Charra de Mérida.
Y a partir de los 80 el asociacionismo se hizo castellano y leonés
Los copiosos flujos migratorios de castellanos y leoneses con destino a las regiones industrializadas de nuestro país mermaron en la década de 1970; sin embargo, a partir de conformarse políticamente la autonomía, volverá a visualizarse el asociacionismo castellano y leonés. Desde entonces primará la base autonómica en contraste con el carácter mayoritariamente provincial del periodo anterior. Y esto sucede en una doble vertiente: algunas de las sociedades preexistentes, sin renunciar a esa identificación provincial, se reconvertirán en sociedades castellanas y leonesas, mientras que otros centros de nueva fundación lo harán con esta impronta regional. A ello habría que añadir la profusión de entidades por geografías no tan habituales como la andaluza. En esta autonomía nacerán la Casa de Castilla y León en Málaga en 1983, la Casa Regional de Castilla y León El Juglar en El Puerto de Santa María (Cádiz) en 1992, la Casa de Castilla y León en Córdoba en 1993, la Casa de Castilla y León en Sevilla en 1994, y la Casa Regional de Castilla y León en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1997. El impulso provincial, aún notable, se plasmaría en la capital hispalense con la creación de un centro leonés y otro salmantino en 1998; y ya en el siglo XXI, en 2005, vería la luz un hogar zamorano. Un año más tarde se crearía la Federación de Casas Regionales de Castilla y León en Andalucía.
Los leoneses inauguran su Casa en Asturias en la ciudad de Gijón a inicios de los años 80, y en 1997 nacerá el Centro Castellano y Leonés en Cantabria. Otras provincias como Burgos, León, Zamora, Valladolid, Salamanca, Segovia, Soria y Ávila también abrirán en distintos años del siglo XXI sus respectivas embajadas, sumándose a la más antigua, la de los palentinos. En Galicia, entre 1986 y 1988 se consolidará la actual Casa de León de La Coruña.
En Castilla-La Mancha existen varias entidades como el Centro Segoviano Marqués de Lozoya de Guadalajara, la Agrupación de Castilla y León de Toledo y la Agrupación Zamorana de Castilla y León ambas en Talavera de la Reina, la Casa Regional de Castilla y León en Toledo, y la Casa Charra Salmantina de Origen Castellano y Leonés de esta misma ciudad. Ya a orillas del Mediterráneo, se constituirán tres centros en la provincia de Alicante: la Casa de Castilla y León y la Asociación Reino de León en la capital, así como la Casa Regional de Castilla y León en Torrevieja, y el Hogar Castellano-Leonés y la Casa de Soria en Valencia.
La Casa de Castilla y León en Navarra surgirá en 1989 de la unión de dos sociedades provinciales: las Casas de León y de Palencia. También surgirán entidades como estas en destinos migratorios minoritarios para los castellanos y leoneses como La Rioja (Casa de Castilla y León), o en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla.
En los destinos más clásicos, como el madrileño, el catalán y el vasco, se asistirá a la creación de nuevos hogares en las conurbaciones de Madrid y Barcelona, y la reconversión de algunos de estos centros, nacidos con vocación únicamente provincial, a entidades de carácter autonómico. Asimismo, se crearán las respectivas Federaciones de entidades de emigrantes de Castilla y León en Madrid, País Vasco y Cataluña.



