



Sala 1
El afán de progreso
EL AFÁN DE PROGRESAR
El proceso de movilidad poblacional es un fenómeno demográfico asociado al propio origen del ser humano. Su relevancia e incidencia define y singulariza periodos y territorios, como así ha sido para con la historia contemporánea de España. Es por ello que puede caracterizarse como un elemento configurador, cuyas particularidades responden a la incidencia, la dirección, la procedencia, el destino, la edad, la duración, las causas, etc., del mismo.
No se trata de un suceso puntual sino de larga duración que mantiene unos hilos de relación -personales, institucionales, simbólicos- entre los lugares y gentes de los que se parte y donde se llega. Un proceso determinante de profunda incidencia y cuyos efectos aún son visibles, tanto en nuestro país como en los países de destino, en relación con sus protagonistas, los emigrantes, y con su entorno más cercano, familiar y social.
Las provincias castellanas y leonesas se incorporarán, en distinto grado, al tiempo que lo hacen otras regiones de España a la “emigración en masa” transoceánica en las últimas décadas del XIX, así como después de la Segunda Guerra Mundial a la que se dirige a Argentina, Venezuela y a diversos países europeos. La historia contemporánea de las tierras que hoy constituyen la Comunidad Autónoma de Castilla y León no sería comprensible sin tener en cuenta la incidencia de esta emigración.
Las razones por las cuales los individuos se desplazan parecen responder a múltiples factores, de índole diversa, pudiendo ser estos agrupados en factores de abandono y factores de atracción. Los primeros se relacionarían con los territorios de los cuales sale población, mientras que los segundos, por su parte, se asociarían con los espacios de llegada. En ambos casos la casuística estaría supeditada principalmente por aquellas particularidades sociales, económicas y políticas que definen los territorios. Los contrastes entre estos motivarán el proceso migratorio.



La crisis agraria






La cuestión agraria fue determinante entre las causas del éxodo migratorio en las tierras castellanas y leonesas
La cuestión agraria fue determinante entre las causas del éxodo migratorio en las tierras castellanas y leonesas. Los cambios en la propiedad de la tierra -y de los arrendamientos-, derivados de la reforma agraria liberal (que provocaron un mantenimiento del minifundismo frente a la gran propiedad y un endurecimiento de los sistemas de renta), constituyeron un factor de expulsión de primer orden entre los campesinos castellanos y leoneses. A esto debemos sumar los efectos de la desamortización, que terminó con la posibilidad de aprovechamiento de las tierras de propios y comunes por parte de los pequeños propietarios y jornaleros, lo que suponía un auténtico “salvavidas” para las maltrechas economías de muchas familias.
La caída de la producción, de los precios, de la renta de la tierra y de los beneficios empresariales-, la imposibilidad de aumentar la productividad y la ausencia de un mercado de crédito estable y no usurario, hizo atractiva la posibilidad de buscar futuro en tierras americanas y empujó a la emigración a miles de pequeños propietarios y jornaleros.
Se introdujo en España a finales del siglo XIX, como consecuencia de la importación de plantas americanas
La plaga de la filoxera

La filoxera de la vid (Phylloxera vastatrix) es un pequeño insecto, del orden de los hemípteros, originario de América del Norte, parásito de la vid. Se introdujo en España a finales del siglo XIX, como consecuencia de la importación de plantas americanas, a través de tres focos principales: Málaga, Girona y Oporto. Su difusión por el territorio fue muy desigual, afectando con mayor rapidez a las áreas próximas a los puntos de llegada: Andalucía, Cataluña y la cuenca del Duero. Aunque se expandió por todo el territorio del país, la llegada más tardía a otras regiones, como Rioja, La Mancha, Jumilla, etc., favoreció que en estas se incrementase notablemente la superficie de viñedos, al igual que se redujo en cierta medida la gravedad de los daños.

La solución adoptada por muchos campesinos fue la de sustituir las viñas autóctonas por pies americanos, inmunes a la plaga. Otros, contabilizados por miles, mayoritariamente pequeños propietarios y jornaleros, al verse arruinados decidieron emigrar.
En el espacio configurado por la Comunidad Autónoma de Castilla y León se contabilizaban a finales de la década de 1880 aproximadamente 290.000 hectáreas de viñedos. En la actualidad, y teniendo en consideración que en las últimas décadas se ha incrementado sustancialmente su área cultivada, se alcanzan 83.000 hectáreas. La plaga de la filoxera de la vid, el cambio de cultivos y el éxodo rural han motiva tan circunstancia.
El “caso Boada”








Crisis provocada ante la expropiación, por parte del gobierno, de unos terrenos comunales de esta localidad del Campo Charro
Se denomina “caso Boada” a la crisis provocada ante la expropiación, por parte del gobierno, de unos terrenos comunales de esta localidad del Campo Charro salmantino en contexto de la desamortización de bienes “propios y comunales”. La privatización de éstos acababa con la posibilidad de aprovechamiento de estas tierras por parte de los vecinos – pequeños propietarios y jornaleros-, lo que suponía un auténtico “salvavidas” para las maltrechas economías de muchas familias.
Los vecinos de esta localidad salmantina, liderados por el secretario, el médico y el cura, se dirigen al presidente de la República Argentina, para participarle su deseo de emigrar si obtenían alguna ayuda para paliar los costes del pasaje. La noticia aireada en prensa nacional por Ramiro de Maetzu y Miguel de Unamuno, provocó un intenso debate en el Parlamento.
El tejido económico y la falta de competitividad
Una débil industria y un escaso comercio
La industria, salvo la harinera, tenía muy poco peso económico en estas tierras. A lo largo del siglo XIX se habían perdido enclaves importantes en el ramo textil como Segovia, subsistiendo focos aislados como Béjar, Pradoluengo o Palencia, que entrarán en crisis más tarde por la escasa capacidad de competencia con la industria catalana. Con todo, la industria harinera tampoco fue especialmente competitiva con respecto a otras asentadas en regiones del litoral español en los últimos decenios del ochocientos y los primeros del novecientos. El comercio, una vez desbancada la arriería maragata con la expansión del ferrocarril, se va a reducir a un comercio cotidiano de proximidad concentrado en las capitales de provincia, y en las ferias tradicionales. Destacarán las tabernas de vinos y aguardientes, tiendas de coloniales, fruterías, abacerías, pescaderías, tejidos, ferreterías y establecimientos hosteleros.



El servicio militar y la guerra

En un contexto de guerra (primero en Cuba y luego en África), el servicio militar (que desde 1885 duraba oficialmente doce años, desde la entrada en la caja de reclutas hasta el término de la segunda reserva, siendo dos de ellos en activo), constituía una apuesta peligrosa para muchas familias, motivo por el cual librarse de su cumplimiento constituyó uno de los factores de expulsión hacia la aventura migratoria.


Durante las primeras décadas del siglo XX los costes de la emigración ultramarina eran cuatro o cinco veces menos de lo que se abonaba por la redención de las obligaciones militares, diferencia que fue creciendo a medida que los riesgos y tiempo de la travesía se reducían.


Fueron varios los conflictos que empujaron a los jóvenes a huir del reclutamiento. La guerra de Cuba fue uno de los conflictos que más miedo causaba entre quienes no podían librarse del servicio: de 1895 a 1898 se considera que murieron entre 60.000 y 80.000 soldados españoles (de 200.000 enviados) en un conflicto lleno de penalidades por las condiciones climáticas de la isla. Se conocen datos de unos 38.000 muertos, de los que se estima que 5.479 eran castellanos o leoneses, siendo León, con 2.290 fallecidos, la provincia que encabeza esta estadística.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la Guerra de África, llamada también Guerra del Rif, o Segunda Guerra de Marruecos, acentúa el influjo del temor a las “quintas” de reclutamiento como motivo de expulsión migratoria a América.
La llamada a filas ponía en peligro no solo la vida de los soldados, sino que podía truncar las estrategias vitales de muchas familias que perdían los contingentes más jóvenes y aptos para el trabajo. Al igual que durante la Guerra de Cuba este miedo tiene un expresivo reflejo en la cultura popular como el dicho popular “hijo quinto y sorteao, hijo muerto y no enterrao”. Las noticias que llegaban de África, y las fotografías que publicaban las revistas ilustradas alentaban a los jóvenes a dar el paso migratorio.

Los prófugos
Emigrar o sobrevivir. En este contexto bélico aumentan las deserciones y se incrementa espectacularmente el número de prófugos, cuyos nombres poblaban boletines y diarios. Se estima que uno de cada cinco mozos (alistados), como promedio estatal, fue declarado prófugo.
Ante la imposibilidad de muchas familias de costear cualquiera de los mecanismos de exención del servicio militar, la única salida para estos jóvenes era la emigración clandestina, más dura si cabe que la oficial, que empuja a muchos a viajar como polizones escondiéndose en espacios marginales como almacenes, bodegas o el espacio para el ancla), y en condiciones infrahumanas, camino de América -generalmente hacia Argentina o Brasil-, a través de los puertos portugueses.
Las cifras conocidas de la emigración oficial hasta finales de los años veinte del pasado siglo no recogen la abundante emigración ilegal que el propio estado cifraba en un 25% en 1916 y que los historiadores hacen crecer aún más. La emigración ilegal, canalizada fundamentalmente por puertos portugueses como el de Oporto, fue especialmente significativa en las provincias fronterizas como Zamora y Salamanca.



Políticas migratorias
Muchos países americanos desarrollaron políticas de inmigración tras la proclamación de su independencia, intentando de este modo atraer población extranjera. Proyectos de colonización, de expansión del espacio cultivado, de nuevas opciones de empleo, etc., se ofrecían ante la necesidad de captar mano de obra. Este fenómeno sirvió como fuente de atracción de emigrantes. La nefasta situación que atravesaban jornaleros y campesinos castellanos y leoneses, unido a las nuevas posibilidades que ofrecían algunos países latinoamericanos, sirvieron como motor de la movilización.
Tras la finalización de la Guerra de los Diez Años en Cuba comienzan a desarrollarse proyectos vinculados a la política migratoria de diferente calado. Maritza Pérez Dionisio (1996) así lo señala. Sirven de ejemplo el trabajo desarrollado por Germán González de las Peñas, en el año 1880, titulado Proyecto de Inmigración, cuyo objetivo principal consistía en colonizar el sector oriental de la Isla. Serrat y Capello, en el mismo año, presentan el Proyecto de Inmigración blanca para la Isla de Cuba, dedicado al Instituto de Fomento del Trabajo Nacional. De igual modo, José Curbelo, en el año 1882, desarrolla el Proyecto de inmigración nacional para la Isla de Cuba y de la más fácil realización, cuyo fin radicaba en importar cerca de 500.000 españoles ante el objetivo de asegurar la cohesión social y fomentar la riqueza del país.
En Argentina, por su parte, se desarrolló una importante política migratoria, cuya relevancia se materializa en la Constitución Liberal de 1853 y en la proclamación de la Ley de Inmigración de 1876. Así lo identifica la profesora Blanca Sánchez Alonso (2007), para quien estas figuras “dio a los extranjeros derechos civiles básicos tales como la libertad de asociación, de movimiento, de profesión y de religión, entre otros…”.
La política migratoria española también adquirió su relevancia, si bien en ocasiones se fijó como el elemento restrictivo. En la Constitución de Cádiz de 1812 ya se recogía el reconocimiento a fijar la residencia con libertad, aunque existía cierto control administrativo y burocrático que lo limitaba.
A partir de la liberación del proceso de movilización, otorgada por el Gobierno español a través de la Real Orden Circular de 16 de septiembre de 1853, y principalmente tras la proclamación de la Ley General de la Emigración de 1907, en la cual se recoge la libertad a emigrar, se incrementa el auge migratorio español. A pesar de ello continuaban existiendo ciertas restricciones, como la prohibición fijada a las mujeres casadas que careciesen de permiso, a las mujeres solteras menores de 25 años sin acompañante o a los varones en edad de realizar el servicio militar, entre otros. Con pequeñas variaciones, la legislación migratoria española mantuvo cierta constancia hasta el estallido de la Guerra Civil.


La revolución de los transportes





El transporte marítimo registró un importante avance en la década de los años 80 del siglo XIX como consecuencia de la implementación exitosa del motor a vapor, reduciendo notablemente la duración de los trayectos. De este modo se pasó de aproximadamente dos meses de viaje en barco de vela entre España y Argentina, o España y Cuba, a menos de un mes tras entrar en funcionamiento el motor a vapor, en concreto en torno a 21 días a Buenos Aires y 18 días a Cuba. Paulatinamente, continúa la reducción del tiempo de los trayectos de forma paralela a los numerosos avances que se van desarrollando, minimizando de este modo el posible contagio de enfermedades, hecho que causaba estragos entre los pasajeros. De igual modo, los avances no solo permiten disminuir el tiempo entre trayectos, sino que también facilita la reducción de los costes de los billetes, que a mediados del siglo XIX rodaban las 300-400 pesetas y desde comienzos de la segunda década del siglo XX podían adquirirse por algo menos de 100 pesetas.
El transporte en ferrocarril también adquiere gran relevancia en el proceso migratorio, principalmente como elemento de conexión entre el interior y las zonas portuarias, tanto en los piases emisores como en los receptores, hecho fomentado por los diferentes avances asociados a este que tuvieron lugar desde finales del siglo XIX.
Gracias a estos avances y a la reducción de los costes de transporte, así como a los pasajes subsidiados facilitados por los países receptores y las ayudas de familiares y amigos, muchos castellanos y leoneses que decidieron movilizarse pudieron garantizar el pago de los billetes a pesar de la negativa situación económica que atravesaban.
Publicidad y enganchadores
La reducción del tiempo y de los costes por trayecto por parte de las navieras partía de la idea de incrementar el número de pasajeros. Para cumplir este objetivo la publicidad masiva, desarrollada por los contratistas, se estableció como una verdadera herramienta de reclamo. Junto a ella, la existencia de agencias de emigración, financiadas por las compañías navieras, convertidas en complejas y sofistica redes de interesados e intereses, impulsaban la relación entre los lugares de salida y de llegada a través de la fijación de alianzas. Las navieras y las agencias de emigración insertaban abundantes posibilidades en los periódicos de la época.
Destacan, de entre los integrantes de esta trama organizativa, los “ganchos” o “enganchadores”, también conocidos como agentes locales de reclutamiento, personas encargadas principalmente de facilitar la venta de pasajes. Éstas, al mismo tiempo, ayudaban a solventar todo tipo de contratiempos, a pesar incluso de la posible ilegalidad de los mismos, como podían ser la obtención de pasaportes, la excepción al servicio militar, así como meros procedimientos administrativos propios de la adquisición de los billetes, descuentos, programación del viaje, etc.
Estas personas ejercían un importante papel a la hora de ayudar a tomar la decisión de emigrar. Como excelentes conocedores de la realidad social y económica del lugar de actuación, y con el único objetivo de incrementar sus beneficios económicos, realizaban una fuerte presión sobre la población, condicionando en gran medida la decisión final a través de la financiación, en numerosas ocasiones usuraria, de parte o de la totalidad de los gastos de la travesía.



Las cadenas migratorias
Las cadenas migratorias se corresponden con relaciones sociales establecidas entre familiares y amigos, en numerosas ocasiones preservadas a pesar de la distancia propia del proceso migratorio. También conocidas como redes de vecindad o parentesco, estas han sido retroalimentadas a través de correspondencia periódica, donde se recogían las vivencias y se animaba a dar el paso a aquellos que no habían emigrado hasta el momento. Como así lo señala Aruj (2008)1, “la emigración puede aumentar la capacidad de consumo de aquéllos que se quedan y tienen un grado de parentesco con quien se fue”. Blanco y Riesco (2011)2 señalan que “la gente se desarraiga con la esperanza de una vida mejor y en la medida en que disponen de noticias de familiares, amigos y otros colectivos en torno a los cuales se organiza la sociabilidad de los españoles fuera de España”. Este hecho fomentará la disponibilidad a la emigración.
De igual modo, los retornados y los visitantes también promueven la disponibilidad a emigrar. Conocer los éxitos de quienes emigraron tiene efectos muy positivos a la hora de tomar la decisión, convirtiéndose en un verdadero mecanismo de llamada que ayuda a reducir el temor y la indecisión frente al cambio.

