Algunos retornaron, vinieron otros: una relación en dos direcciones

Respecto a la emigración a América, que es la más temprana, no contamos con datos fiables de retorno, entre otras causas porque las estadísticas son numéricas, no nominales, y una misma persona podía emigrar y volver varias veces. Seguramente entre la mitad y tres quintos de los que se fueron regresaron, si bien no siempre a su lugar de origen, comenzando una nueva vida en ciudades más grandes, en muchas ocasiones la capital de su provincia de origen.

En la emigración a Europa, muchos salieron ya con la determinación de estar unos pocos años y regresar.
Otros se mantuvieron más tiempo, pero la llamada “crisis del petróleo”, que se inicia en 1973, empujó a muchos de ellos a regresar a España. Un punto de inflexión era la llegada de los hijos (cuando los hubo), a la edad escolar, ya que la integración de estos en el sistema escolar de los nuevos países dificultaría un regreso posterior. No fueron pocas las familias que se separaron en ese momento, al regresar a España la madre con los hijos, mientras el padre permanecía trabajando en el país de acogida unos años más. Algunos se quedaron hasta su jubilación laboral y otros permanecieron después de esta debido a las raíces echadas en los nuevos países.

En todos estos casos la experiencia emigratoria ha condicionado la reinserción en, y la vinculación con sus lugares de origen, que la relativa cercanía y las formas nuevas de comunicación, han mantenido de forma estrecha. Muchos de los que siguen fuera siguen empadronados en sus lugares de origen, como reflejan los datos del Padrón de españoles residentes en el extranjero (PERE).

La emigración dentro de España tuvo un carácter más definitivo, pero muchos mantuvieron la relación con la familia y los propios lugares de origen. Esta relación se ha traducido en visitas frecuentes y algunas estancias largas, a veces de meses, especialmente cuando se han preocupado de adecuar las antiguas viviendas familiares o se han construido residencias nuevas. La importancia de la segunda vivienda, tan llamativa en muchos municipios de Castilla y León, es un factor de vital importancia para analizar la vinculación de los emigrantes con sus lugares de referencia.

Y en un Centro de las Migraciones no se puede obviar la significación de la Inmigración. Este proceso, significativo en España desde los años noventa del siglo pasado hasta la crisis económica, que se inicia en 2008 y dura un largo quinquenio, también afecta a Castilla y León, si bien de manera muy desigual, con provincias con un significativo atractivo como Valladolid y otras con porcentajes de inmigración extranjera que no superan el seis por ciento de la población provincial. Pero esta inmigración no solo es, en buena medida, el espejo de nuestros procesos de emigración, cierto que en situaciones no siempre parecidas, sino que constituye un elemento necesario para acometer nuestros problemas de deficiencias en el mercado laboral y de contar con provincias con poca población y muy envejecida.